Calle Barbacoas fotografía Juan Fernando Ospina

Exhala algo que nadie puede pasar por alto: un extraño y oscuro atractivo

Barbacoas es una calle fragmentada. La calle de arriba es la calle “del Calzoncillo”, conocida como el lugar de la rumba diversa en Medellín. La calle de abajo, también llamada la calle del pecado, abajo del Parque Bolívar, es una zona más salvaje.

Un hombre pide una cerveza, pero con la condición de que pongan a sonar a Daniela Romo en el bar Kanahan. Natalia Galeano, la propietaria, pone Lo juro en la lista de música después de destapar la “fría”. Kanahan es uno de los bares de la “Calle del Calzoncillo”, que ahora llaman Barbacoas, esa peculiar bifurcación entre la avenida Oriental y la carrera Sucre que conforman las calles 57 y 57A. Un rinconcito pequeño, pero cargado de fiesta y diversidad.

Se supone que Barbacoas es un compendio de bares en los que se reúne la comunidad LGBTI, pero en sus mesas y barras convergen todo tipo de personas. Allí se encuentran más de una decena de bares entre los que está El Machete, el más antiguo del sector y que ha recibido a figuras como Fernando Vallejo y Mario León Giraldo.

Barbacoas es sinónimo de diversidad. Una pequeña revolución para la Medellín más tradicional. Ocupa un íntimo espacio urbano pero palpita fuerte como el corazón gay de la ciudad. Quienes habitan esta cuadra la cuidan como se cuida la casa: se barre, se limpia, se pinta, se evitan los extraños en la puerta, pero se reciben con agrado a las visitas.

 

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