El sicólogo
Mi nombre es Luis Daniel Vélez. Vivo en Belén. Tengo 27 años y una camiseta negra que dice Inexorable. Estoy en décimo semestre de psicología en la UPB. Soy de Urabá, y toda mi familia vive en Carepa. Cuando llegué a Medellín a estudiar, tenía una amiga que andaba en bicicleta y me antojé de hacer lo mismo. Ella me acompañó a buscar un local en Carabobo, en ese sector donde hay almacenes donde se pueden armar una cicla según el presupuesto o los gustos que uno tenga. Allá armamos la bici y en ella me fui a conocer el Centro. Al principio me inventaba cualquier bobada que necesitara para bajar a dar una vuelta. Desde que estudié antropología, los humanos y el espacio en el que viven me dan mucha curiosidad. Me gusta ver cómo caminan, lo que llevan en las manos, cómo interactúan con otros. Por eso en esas voladas me sentaba en el Parque de San Antonio o en el Parque de Bolívar o en Junín a mirar la gente.
Antes, cuando era más pequeño, yo pensaba que Medellín era una juguetería gigante. Mi mamá, que era comerciante, siempre que venía, volvía con juguetes. Me acuerdo de uno en especial. Un carro de policía que funcionaba con baterías. A mi hermano mayor, que siempre le ha gustado armar y desarmar todo, le dio por hacer eso con el carrito que tanto me gustaba. Después de esa cirugía nunca funcionó igual. No andaba bien. Le quedó bailando una llanta. Le sobraron unos tornillos... Y lo recuerdo porque a pesar de ser un carro endeble, lo quise y lo tuve mucho tiempo. Volviendo a los parques a mirar gente, no es que no hubiera venido antes, sino que mis visitas eran en vacaciones. En esas visitas a mis hermanos, que estaban estudiando en la universidad, mi mamá aprovechaba para bajar al Centro. Me acuerdo que apenas llegábamos se quitaba las aretas grandes de oro que tenía, las metía en el bolso, me agarraba duro de la mano y empezaba a caminar a mil por las calles.
A mí me gustaría aprender a hacer un registro documental de personas haciendo cosas, con el telón de fondo de la ciudad. Recuerdo por ejemplo una expedición a Moravia que hicimos en el taller de Fotografiar el Centro con Juan Ospina. Eso fue algo tan distinto a cualquier otra cosa que hubiera visto hasta ese momento de Medellín. Me sentí en el planeta Moravia, en el país de Moravia. Cuando intenté contarle a mi novia dónde había estado le dije que me sentía como en la India: de repente me sentí en medio de un desorden tremendo y muchos estímulos visuales. La verdad no sabía a qué tomarle fotos. Para mí era el caos y el caos en cierta medida me gusta. En el desorden uno encuentra cosas. Además, nunca me había acercado de ese modo, en compañía de alguien que conoce un lugar.
Para mí todo es susceptible de ser documentado. Cuando un amigo viaja a cualquier lugar siempre le pido que tome muchas fotos y que luego me las muestre, me gusta conocer los lugares a través de la fotografía. Las fotos de los buses del Centro que hice en otro ejercicio del taller podrán tener una relevancia más adelante cuando los buses cambien. En ese momento mis fotos se convertirán en documentos de esta época y probablemente en el futuro van a tener alguna relevancia por algo, por lo que sea. Todo hay que documentarlo porque no tenemos ni idea de lo valiosa que será nuestra mirada en el futuro. En ese sentido, el Centro me queda como una historia en desarrollo. Más que un lugar, son un montón de historias. No es algo estático. Es algo que siempre muta, porque siempre le pasan cosas.
Tallerista: Juan Fernando Ospina
Participantes:Ana María Ángel, Carlos Amortegui, Daniel Pérez, Daniel Vélez, Edwin Valderrama, Lilive Tique, Valentina Hernández.