Suramericana —sea centro, urbanización o comunidad— tiene alma de finca antioqueña, por sus árboles de mangos, peras y nísperos, el cantar de sus pájaros y sus maneras antiguas en las que conocidos y extraños dicen “buenos días”, “hasta luego” y “gracias”. Tiene también algo de campus universitario, por sus torres distribuidas alrededor de una plazoleta —conviene recordar que Raúl Fajardo y Augusto González, dos de las tres cabezas de su diseño, tuvieron en sus manos los proyectos de campus como los de la Universidad de Antioquia y la de Medellín—. A decir de sus habitantes es un oasis, un pulmón.
El juego es casi inevitable: sentarse en sus amplios andenes a imaginar la vida de cientos de hombres, mujeres, niños y mascotas tras las fachadas de sus edificios.