Casi todo lo que conserva este barrio es digno de verse. Prado narra, transmite
La diversidad arquitectónica, con caserones construidos según el “buen gusto” burgués, en tiempos en que la ciudad todavía asistía a las funciones del filme Bajo el cielo antioqueño (1925), cuyos fotogramas no alcanzaron a mostrar aspectos del que iba a ser el barrio más hermoso de Medellín, según las palabras de su fundador, Ricardo Olano, es una de las características del bautizado en 1926 como barrio El Prado.
Prado se creó bajo los parámetros de la “ciudad-jardín” y, como el mismo Olano lo advirtió, la excentricidad de sus habitantes primigenios lo convirtió en una mezcla de ensoñación y realidad de asombro. Recorrer sus calles de dieciséis metros de ancho, con antejardines y una arborización que todavía recuerda lo dispuesto por su forjador, es una aventura sensorial.