Salón Versalles, Fotografía Juan Fernando Ospina

Fundado en 1961, el Versalles tenía al lado la heladería Capri; amplia y confortable, Capri se daba el lujo de ofrecer en las tardes música en vivo, con conjuntos y cantantes nacionales e internacionales. Ocupó luego ese local la tasca taurina La Madrileña, de gran auge cuando los toros aún eran políticamente correctos. A ambos negocios se los llevó el viento, son cosa del pasado; pero el Versalles sigue ahí, inamovible e inmodificable, gracias al tesón de su propietario, el argentino Leonardo Nieto, quien siempre ha hecho caso omiso de los muchos y no muy gratos cambios que ha sufrido a lo largo de los años ese sector de la carrera Junín.

Frecuentaron y frecuentan al Versalles cantores y futbolistas gauchos, escritores, periodistas, estudiantes, vagos de toda especie. Según se dice, fue sitio muy buscado por los Nadaístas, con su profeta Gonzalo Arango a la cabeza. Todos pedían allí lo mismo que hoy se pide: las emblemáticas empanadas argentinas, los churrascos, los buñuelos esponjosos, productos que jamás han cedido un ápice de su calidad. Cuando don Leonardo muera, tal vez el Versalles seguirá en sus trece. O tal vez se convertirá en un expendio de salchipapas y corrientazos. El día esté lejano.
 

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