Al inicio, el Negro Aguirre, como le dicen a Carlos Mario Aguirre, fundador del grupo de teatro El Águila Descalza en 1980, trabajó con el Taller de Artes, se enroló en la troupe de La Fanfarria, y se inició en el teatro unipersonal; y para poder mostrarse, alquiló un pequeño espacio en Laureles que sólo permitía acomodar a siete espectadores.
Allí montó, dirigió y actuó en diversas obras, ajenas y de su propia inspiración y transpiración. Fue cuando conoció a Cristina Toro, una joven estudiante de mercadeo que realizaba una investigación de públicos, y entonces sobrevino el flechazo. En 1985, Cristina se unió como actriz y coautora de la dramaturgia del grupo, y así dio inicio a la yunta fructífera y talentosa.
Tanto tango, sería la cuota inicial de esta pareja con un estreno que incluyó su boda. Después se vino País paisa, con tal éxito que todas sus funciones se llenaron a reventar en una sala con capacidad máxima para cien personas. La numerosa audiencia se convirtió en un asunto de orden público y por eso la inspectora cuarta de policía ordenó su cierre, pero la ocurrencia se tomó como oportunidad y decidieron presentarse en el espacioso Metropolitano, manteniendo el lleno total como resultado. Fue entonces que adquirieron una mansión, un bello palacete en el corazón mismo de ese barrio que fuera diseñado en su mayoría por Pedro Nel Gómez, el barrio Prado Centro.
El palacete, que aún conserva los techos decorados en yeso y laminilla de oro, los amplios espacios de la época en que fue diseñada, y los zócalos en madera, era o fue de familia del expresidente Carlos E. Restrepo y en 1925 sirvió de locación para la película Bajo el cielo antioqueño.
Ahora, la mansión, que en 1991 fue declarada bien de interés arquitectónico, cultural y urbanístico, es la sede del Águila Descalza y del Museo Teatro Prado, donde el Negro Aguirre también expone sus obras en óleo. La pareja que compone este grupo teatral ya cuenta con un público ferviente de fanáticos y admiradores que acude cada noche al llamado de este teatro.