Dos mujeres con la mirada perdida y la ropa mal puesta alegan con unos hombres, un predicador grita por megáfono la palabra de Dios, los vendedores ofrecen a viva voz mil variedades, suena la música de las ventas de CD, se ve la iglesia de La Veracruz y, a un costado, las escaleras que llevan a Govindas, en el número 52-17 de la calle Boyacá.
En este templo, el Centro Cultural Govindas, se encuentran esos extraños sujetos que ya son paisaje del centro de Medellín, esos que visten ropa vaporosa color azafrán, llevan sólo un mechón en la coronilla, y rompen el marasmo ruidoso de la calle bailando y cantando al ritmo de tambores y platillos para contagiar de energía a los transeúntes, vibrando con el Maha Mantra: Hare krishna hare krishna, krishna krishna hare hare, hare rama hare rama, rama rama hare hare; una invocación espiritual que también irradian desde su restaurante, ubicado en el segundo piso del templo.
Govindas significa “el que complace los sentidos y las vacas”, un centro espiritual que recuerda el valor místico del alimento, en este caso, vegetariano. Antes de ser servida en el restaurante, la comida es ofrecida a las deidades de la India para que la consuman. Así que este alimento es el sobrao de los dioses, y dicen que purifica a quien lo come.