De todas formas, Bolívar no es una carrera que sepa quedarse quieta. Desde que se le conocía como “Camino del Monte”, en los primeros años de la villa, fue una de las primeras en expandirse tanto hacia el norte como hacia el sur. Con el paso del tiempo, su cercanía con la estación del Ferrocarril de Antioquia, la Plaza de Cisneros, Guayaquil, las terminales de buses intermunicipales y el mercado El Pedrero marcarían su vocación comercial. “Cuando yo compré mi restaurante, a principios de la década de los ochenta, todavía muchos negocios trabajaban veinticuatro horas”, recuerda Nelson de Jesús Valencia, dueño del Restaurante Bolívar. Ahora, aunque sí duerma, esta vía no es menos activa. Basta con recorrerla: compraventas, cacharrerías, joyerías, negocios de todo a $300, todo a $500 o todo a $1000, panaderías, zapaterías, ropa cara o barata, regalos para fiestas, lo que sea, sin mencionar los vendedores ambulantes que están en cada cuadra ni los laberintos en los pasajes comerciales.