Paisaje. Francisco Antonio Cano, 1892. Colección de arte de la Suramericana de Seguros.
Por los finales del siglo XVII, y después de erigido el Sitio de Aná como nueva villa de Medellín, tenían necesidad los vecinos de unos ejidos o terrenos comunales que, por estar cercanos al río, eran pantanosos; al frente, en la parte occidental -y río de por medio-, había una llanura con pocos desniveles, bien regada, verde y apetecida por los labradores y dueños de hatillos: era La Otra Banda, en la que se habían formado muchas pequeñas propiedades, casi todas cercanas a las quebradas del Mal Paso, La Corcovada, La Puerta, La Iguanacita (hoy, La Gómez), La Iguaná, El Salado, El Güeso (hoy, La Hueso), La Ana Díaz, La Matea, La Picacha o Aguas Frías, La Altavista, La Guaya bala, La Doña María, y otras menores. Algunos se atrevieron a levantar casa y estancia en las vegas y orillas del río, por ser terrenos bajos, inundables y húmedos.