Este templo no es para hablar, charlar, dormir, o
hacer cosas indignas de este lugar sagrado.
Cartel de entrada
Primera parroquia de Medellín. Inaugurada en 1776. La cúpula es de 1860 y las torres del frontis son de 1887. Fue catedral de la Arquidiócesis de Medellín entre 1868 y 1931. En 1970 recibió el título de Basílica Menor. Declarada Monumento Nacional en 1998.
Comer
De las millones de hostias que se fabrican al mes en este país de creyentes, practicantes, no practicantes y escépticos que dan gracias al señor, más de cien mil son entregadas en la parroquia de Nuestra Señora de La Candelaria. La más antigua de Medellín, la más representativa, la más central: el ombligo de la ciudad, enmarcada entre la calle 49 y la carrera 50, donde todo esto empezó.
A La Candelaria no le faltan fieles. Aunque no tenga su propia feligresía, esa población flotante que vive, trabaja o transita por el Centro no la abandona. Comerciantes, amas de casa, mensajeros, obreros, empleados, desempleados, todos devotos, llenan las bancas durante cada una de las 228 eucaristías que se realizan al mes, y hacen uso debido de la confesión permanente y de la comunión que esta parroquia ofrece sin necesidad de asistir a misa, en las mañanas, cada quince minutos.
La celebración de otros sacramentos es más bien escasa. Los bautizos, que a comienzos del siglo XX superaron el millar por año, pasaron a ser unos cincuenta en los últimos tiempos; los matrimonios, si mucho, alcanzan a ser cinco al año y las exequias son exiguas.
Alborotar
Pero no siempre fue así. Cuando Medellín aún era un pueblo, todo pasaba por La Candelaria. Las fiestas patronales eran el evento popular más importante, y a veces se extendían hasta por ocho días en los que no faltaban viandas, tabaco, aguardiente, chirimía y fuegos artificiales.
Otra fue la fiesta en 1838, cuando se instaló el reloj que ha marcado las horas durante años y que en su momento era el único que existía. Cuentan los cronistas que el montaje del reloj, donado por Tyrrel Moore, fue celebrado con música, cohetes y repique de campanas en todas las iglesias de la ciudad; en los días siguientes, la multitud de curiosos se estacionaba en la plaza para ver girar los punteros y oír extasiada el toque de las horas.
Inquietud y regocijo similares generaron “Las Pascasias”, las campanas actuales, donadas por el empresario Pascasio Uribe. Según cuentan, don Pascasio las pidió a Nueva York con las siguientes especificaciones: una de veinticinco quilates con un peso de dos mil 500 libras, otra de veinte quilates y dos mil libras, y la tercera de quince quilates y mil 500 libras. En su monografía histórica de esta parroquia, monseñor Javier Piedrahita dice que las campanas costaron 7.746 pesos y la instalación 500. Ya imaginará el lector el jolgorio cuando sonaron por primera vez el 1 de febrero de 1890, víspera de las fiestas patronales.
Exhibir
La Candelaria tiene otros motivos de orgullo. Su famoso sagrario, por ejemplo. Su estructura, hecha en plata labrada, fue premiada y admirada por los emperadores Napoleón III de Francia, Guillermo I de Alemania y Francisco José de Austria en la Exposición Universal de París en 1867. Vino a parar aquí gracias a que el padre José Dolores Jiménez lo compró, luego de que la Catedral de Arequipa, adonde estaba destinado, no pudiera pagarlo.
Hoy el sagrario sigue siendo admirado, junto con el altar frontal, también de plata, y el cuadro de la Virgen de La Candelaria donado por la reina de España, doña Mariana de Austria, en 1675, cuando Medellín recibió el título de villa.
Sin embargo, el que más devotos atrae es el Jesús Caído, ubicado en la nave izquierda del templo, justo al lado de la puerta del perdón. A esta efigie nunca le faltan las veladoras, los postrados y las peticiones.