Esta joya colonial, rodeada de edificios y algarabía, conserva su orgullo y mantiene sus bancas llenas
Primera parroquia de Medellín, construida en piedra limonita en 1776. En el siglo XIX se terminaron la cúpula (1860) y las torres del frontis (1887) para darle la apariencia que hoy todavía se conserva.
Lo único que ha permanecido invariable es su majestuoso órgano, encargado a la casa alemana Walcker. Un órgano que resultó desmedido para una catedral de mediano calado; le quedó grande a la iglesia y la iglesia le quedó pequeña a la ciudad. Hoy es una joya colonial en un entorno de edificios altos de oficinas, bancos y comercio. Una iglesia de paso, custodiada por el bullicio del rebusque de la calle que compite a gritos con el órgano. Como si la ciudad entera regañara a un gigantón pasado de moda.
Comerciantes, amas de casa, mensajeros, obreros, empleados, desempleados, llenan las bancas durante cada una de las 228 eucaristías que se realizan al mes, y hacen uso de la confesión y de la comunión que se ofrece sin necesidad de asistir a misa, en las mañanas, cada quince minutos. De las millones de hostias que se fabrican al mes en este país de creyentes, practicantes, no practicantes y escépticos que dan gracias al Señor, más de cien mil son entregadas en la parroquia de Nuestra Señora de La Candelaria.