Los vidrios de las mesas redondas brillan como el lustroso cuero negro de la sillas vacías, al fondo sobresalen las estanterías llenas de libros. Gonzalo Rincón estira la mano para coger un libro, el lomo de cuero dice 1988. Lo abre al azar. Estamos en el centro de documentación del Banco de la República, hojeando el pasado financiero de Colombia como si abriéramos una apasionante novela.
“Vamos a ver bajo qué circunstancias naciste, quiero conseguirme un chisme que haya asustado a tu mamá y a tu papá, estos son chismes económicos, pero la gente no sabe la importancia que esto tiene… Clausura del simposio del mercado capital… a quién le va interesar ese chisme… Mirá, interesante, el PIB creció cuatro por ciento, muy buena tasa de interés, pero eso no debió asustarlos. No, no va a haber un chisme bacano. Fijate cómo el Banco va armando el conocimiento, lo va acumulando”, dice Gonzalo sin quitar sus ojos pequeños y vivaces de las páginas amarillentas. No encuentra nada que asuste, decepcionado, devuelve el libro al estante.