Villanueva

Seminario Mayor del Sagrado Corazón de Jesús (Fachada y lado occidental). Francisco Mejía, 1930.


Un edificio para regresar

En el centro de Medellín hay un edificio en el que los lunes, miércoles y viernes se dictan clases de aeróbicos a las 6:00 de la tarde: mujeres en tenis fluorescentes hablan de tintes para el cabello y de cómo bajar de peso. Los sábados en cambio hay sagrada eucaristía: señoras de tacón con el colorete desvanecido; hombres bien puestos que huelen a brandy, uno que otro con la cremallera del pantalón todavía abierta. Se venden vestidos para fiestas de quince, collares extravagantes, ornamentos litúrgicos y sahumerios. Hay lugares que delatan lo que fueron alguna vez: el Centro Comercial Villanueva hace muchos años era el Seminario Mayor de Medellín.

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Iniciaban los años veinte y la ciudad tenía cien mil habitantes, empezaba la transformación urbana que traería el Tranvía eléctrico. Fue una época clave en la historia de la arquitectura de la ciudad. Para 1928 el 99 por ciento de los antioqueños eran católicos y el fervor crecía en las treinta y cinco iglesias que había. Medellín sonaba a Avemarías y Padrenuestros, y en Semana Santa las calles se inundaban de gente chocándose entre sí, rezando con la camándula enredada en los dedos y apretada contra el pecho.

Villanueva

Seminario Mayor del Sagrado Corazón de Jesús (azotea). Francisco Mejía, 1930.


Hoy, casi cien años más tarde, el párroco de la iglesia María Madre de la Esperanza, José Efraín Caicedo, dice que la religiosidad de la ciudad se debe a la importancia que dan los antioqueños al hogar, afirma que dentro del canon de familia, se busca la protección y acompañamiento de Dios. Además dice que en Medellín desde mediados del siglo XIX surgió la necesidad de distribuir los sacramentos, de tener religiosos que acompañaran al pueblo. Por aquella época ingresar a una comunidad religiosa brindaba posibilidades de viajar, de aprender idiomas y estimulaba inquietudes intelectuales y sociales.

Uno de los pastores más influyentes en la ciudad fue Manuel José Caycedo, arzobispo de Medellín entre 1906 y 1934. La historiadora Patricia Londoño, en su estudio La religión en Medellín 1850-1890: la vida devota y su proyección popular escribió sobre Caycedo: “Se le recuerda sobre todo por el celo con que defendió la ortodoxia de la doctrina católica y por su ataque a los peligros de modernismo”. Entre otras cosas, el Arzobispo censuró varias publicaciones: Una tesis de Fernando González y la revista Pánida. El Arzobispo tuvo innegable poder para defender la rigurosidad de la vida católica: “Los presbiterianos, por ejemplo, no olvidan las dificultades enfrentadas para hacer valer sus matrimonios civiles. Si lograban dar con un juez que los casara, el arzobispo lo excomulgaba y la presión social le podía hacer perder el puesto de trabajo”.

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El Seminario Mayor de Medellín fue fundado en 1839 e inició con 125 estudiantes. Funcionaba entre la calle 48 con carrera 45, donde estuvo hasta 1872. La segunda sede fue entre la calle Caracas y la carrera Palacé. En 1919 el italiano Giovanni Buscaglione, hermano salesiano, inició la construcción del edificio que sería la tercera sede del Seminario Mayor. Los traslados tenían una razón: estar más cerca de la Catedral Metropolitana, que por esos años estaba en construcción, y quedaba a sólo una calle del nuevo edificio. El lugar ocupaba toda una cuadra, era de tres pisos, estaba hecho en ladrillo y tenía ventanales largos. En la Monografía histórica del Seminario Conciliar, se define como “La obra destinada a vencer el rigor de los siglos y dedicada a la formación de sacerdotes de los que han de perturbar en la tierra la misión excelsa de Jesucristo”.

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Sala de estudio del Seminario Mayor. Francisco Mejía, 1930.


El padre Saúl Londoño Botero entró al Seminario Mayor cuando tenía once años y a los veinticuatro se le ungió como sacerdote. Cuenta que en sus años de estudio el Seminario impartía tres pilares fundamentales: el académico, que incluía el bachiller, y la formación en filosofía y teología; el misionero y el humano. El padre Saúl colabora con proyectos sociales de Medellín y vive entre afanes, sin embargo, al terminar la eucaristía de las siete de la mañana en la Catedral, se le acercan seis o siete personas con camándulas, botellas de agua, velas y pañuelos para ser bendecidos. Él, comprensivo, dice que no es necesario, que con la bendición general basta, y que al llevarle objetos, muestran su poca fe en la bendición que ya se les dio en la eucaristía. Los fieles aceptan moviendo la cabeza, aunque con vergüenza estiran la mano que sostiene el objeto; una bendición nunca sobra.

En la revista Evangelización, Javier Piedrahita explicó: “Al construirse en el sector de Villanueva una vía de tráfico rápido denominada ‘Avenida Oriental’, la Arquidiócesis tuvo que ceder una faja de terreno para dicha construcción y la mencionada avenida cambió por completo las características de la zona”. Medellín crecía de forma arrebatada y se empezaron a tomar medidas bajo la administración episcopal de Monseñor Tulio Botero Salazar y luego del Cardenal Alfonso López Trujillo, que le correspondió como Arzobispo Coadjutor continuar a cargo desde junio de 1979.

El Seminario, según el padre Saúl, formó a casi todo el clero que ejerce en Medellín. Cuenta que fueron buenos años pero que la llegada de la modernidad volvió al centro un lugar tortuoso para estudiar: la zona crecía y el flujo de personas era abrumador; los alrededores del edificio empezaron a ser albergue de vagos y mujeres en minifalda, lo que implicaba tentaciones y dispersión para los seminaristas. Había que huir de la bullaranga, huir a Las Palmas: lejos del sonido avasallante de las motos, de los gritos del hombre viejo que vende repuestos, del humo espeso, del ruido de los motores gastados y de los chirriantes lamentos.

Villanueva

Capilla del Seminario Mayor. Anónimo, ca. 1930.


Se tomó la decisión de trasladar el Seminario Mayor, y en 1980 empezó la remodelación del edificio para que dos años más tarde se convirtiera en el Centro Comercial Villanueva (luego de que se descartara la idea de hacer apartamentos). El proyecto estuvo bajo la dirección administrativa de Bien Raíz Ltda, y L. y H. Forero y Arquitectos Ltda. El sector empezaba a moverse comercialmente y la idea fue aprovechar el tamaño del edificio para lo que Piedrahita llamó: “Fuente de financiamiento con provecho económico para un fin pastoral”. Entre 1982 y 1999 Villanueva tuvo cambios: se construyó un edificio de parqueaderos en un lote vecino en Palacé, con capacidad para 350 vehículos. Se diseñaron los kioscos que ahora están en el centro del edificio. Se cambió el piso del patio y se crearon 55 locales en la planta baja.

La Curia se quedó en el tercer piso y la razón fue, como casi todas, económica: “Dado que no se cumplieron las expectativas de ventas, la Curia Arquidiocesana se quedó con el tercer piso para sus oficinas”. El edificio fue declarado por la oficina de Planeación Municipal como Monumento Histórico en 1978 por sus elementos ornamentales, fachadas refinadas y características arquitectónicas formales. Luego en 1991, un 31 de octubre, fue declarado como bien de interés municipal en nivel de conservación general, lo que implicó que hasta hoy el edificio tenga su fachada intacta, lo que también hizo que el lugar no avanzara al mismo ritmo de la ciudad con el paso de los años. Los diseños modernos y minimalistas invadirían a Medellín y el Centro Comercial Villanueva se quedaría anclado a otro tiempo.

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Hoy Villanueva tiene un aspecto de orgullosa vejez. Es oscuro pero tiene el centro descubierto y una fuente rebosante. En el segundo piso se escucha la bulla de las palomas que llegaron hace años y no se quisieron ir cuando todos lo hicieron. La entrada al baño vale 500 pesos y 700 con papel. En los locales que están en el primer y segundo piso hay tiendas de insumos médicos, clínicas odontológicas, alquiler de vestidos para fiesta, peluquerías, agencias de viaje y almacenes de productos de televentas. Hay también un restaurante y dos tiendas de dulces.

En los años en que se hizo la adecuación del edificio los resultados del proyecto no fueron los esperados, pues coincidió con una depresión económica nacional que afectó especialmente a Medellín. En junio de 1982 estaba a punto de terminarse la remodelación y el Cardenal López Trujillo afirmaba que se había hecho un mal negocio y que únicamente quedarían a su favor la mitad de las ganancias previstas. Terminada la remodelación se empezaron a ofertar los locales. Poco antes se habían puesto en venta otros en un Centro Comercial llamado Almacentro, lo que hizo que las ventas de Villanueva fueran muy lentas y que los intereses en deuda se convirtieran en un tormento. El Cardenal solicitó a varios párrocos que adquirieran locales comerciales y es esa la razón por la que en Villanueva predominan las tiendas de artículos religiosos, llamadas tiendas eclesiásticas, como Karisma: evangelizamos al mundo y Euro – clero y compañía. Por todo el edificio se ven figuras de ángeles, cristos, cuadros con la última cena y libros como: El abc de la oración, Milagros cuando la ciencia se rinde y Señor, ahoga mi dolor. Funciona también la emisora Radio María (1320AM Medellín). Incluso, en tiendas no religiosas, como una de carros y aviones de colección, hay calcomanías con frases: Sonríe, Dios te ama. Hay también una tienda esotérica llamada Planetario, y hay un almacén que tiene en su vitrina figuras religiosas y en su puerta un letrero: se hacen masajes de relajación y masajes de reducción.

Villanueva es un lugar tranquilo en medio del alboroto del centro, y aunque está rodeado de muchachas que se arrinconan en puertecitas metálicas con gesto de heroínas y de música que retumba, no deja de ser un lugar solemne como un templo. No logra desprenderse de lo que fue, no encaja en lo que es para Medellín un Centro Comercial: ignora las cadenas de comidas, las marcas de moda y los anuncios brillantes de familias sonrientes pagando el seguro de vida. Villanueva funciona como un lugar para escapar a veces del torbellino de una ciudad que se encontró cualquier día con que había crecido mucho.

Villanueva

Seminario Mayor del Sagrado Corazón de Jesús. Gabriel Carvajal, s.f.



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