El Pájaro herido, ese “pájaro cubista de Picasso” –como describiría el propio Botero lo que quedó de su obra original– es uno de los objetos más visitados, fotografiados,
acariciados, rayados y observados del Centro de Medellín. Un objeto, además, en el que se reza y se llora. Un santuario, mejor dicho. Como lo sabe todo aquel que pasa un día en el Parque de San Antonio. Como lo saben
quienes se congregan cada año para honrar la memoria de los muertos. Como lo sabe Myriam Mora cada vez que se ve parada frente a él, cuando el dolor le recuerda que siempre llevará clavado en el cuerpo el momento en
que una bomba hizo pedazos una noche fresca con música de acordeones.