Menospreciadas por largo tiempo, son una muestra viva de cómo habitar el centro
Este complejo comercial y residencial –terminado en 1977– responde oficialmente al nombre de un ilustre antioqueño, Torres de Marco Fidel Suárez, pero quizás en un acto de rebeldía la gente prefirió llamarlas por su nombre de combate: Torres de Bomboná.
En los espacios que hay entre los edificios la ciudad se mete por los cuatro costados como un mar urbano que rodea una isla. El sol, la sombra y el viento se entretejen para crear el microclima que hace que el lugar sea fresco y cálido, en la noche y en el día. Sin importar que lo cerquen cuatro de las vías más congestionadas del centro (Pichincha, Girardot, Bomboná y Pascasio Uribe), llenas de depredadores que atacan el pavimento echando humo y haciendo ruido.