Un bosque centenario
Silvia Córdoba

Un bosque centenario

Bosque de la Independencia. Manuel A. Lalinde, 1922.


Caminar bajo un techo de ceibas, carboneros o balsos. Sentir su sombra y respirar el olor de la tierra húmeda y fría incluso en un día soleado. Encontrar una araña que teje su nido, intuir el salto de un grillo. Seguir la ruta de esa liana que se agarra de la rama de un helecho y encuentra su camino por el tronco que la llevará a su cima. Sentir que se está en la selva, pero saber que no se ha salido de la ciudad; eso solo es posible en el bosque tropical del Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe, un fragmento de las trece hectáreas de un laboratorio viviente en el norte de Medellín.

A finales del siglo XIX, cuando esta ciudad tenía unos cuarenta mil habitantes, había un terreno al norte que se llamaba Casa de baños El Edén, una finca que se alquilaba como estadero para que la gente se bañara en sus charcos, fuera a conversar, a hacer negocios, incluso, a concertar matrimonios. A principios del siglo XX, cuando se iba a celebrar el centenario de la Independencia de Colombia,la Sociedad de Mejoras Públicas decidió celebrar la fecha con la compra de ese lote para convertirlo en un parque donde el pueblo pudiera buscar salud y reposo. El presidente Carlos E. Restrepo dio un auxilio por quince mil pesos y con diez mil se compró el terreno, un potrero que tenía que ser mejorado y entregado el 20 de julio de 1910, pero que se inauguró el 11 de agosto de 1913, el día del centenario de la Independencia de Antioquia.

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Lago del Bosque de la Independencia. Digar, 1954.


El encargado de la arborización fue el señor Leocadio Arango, quien utilizó mano de obra penitenciaria para sembrar más de 1.500 árboles, la mayoría de especies europeas, entre las que había guayacanes, cedros, palmeras, samanes, álamos, eucaliptos y ceibas. Durante más de veinte años el Bosque de la Independencia fue considerado el espacio público más importante de la ciudad, donde asistían personas de todas las clases sociales, pues tenía un hipódromo, juegos infantiles, zoológico y estadero, además del lago donde se hacían paseos en barca y competencias de pesca. Una de esas viejas ceibas sigue en pie hoy en día; le dicen el árbol abuelo. Es el tronco enorme que se encuentra cerca de la portería que da al metro.

En 1968 se anunció que Medellín sería la sede de la VII Conferencia Mundial de Orquideología. El Bosque de la Independencia, que llevaba varios años en decadencia, se sometió a una profunda reforma. Entre la Sociedad de Mejoras Públicas, la Sociedad de Orquideología, el Club de Jardinería de Antioquia y el Municipio de Medellín inauguraron en 1972 el Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe, en homenaje al sabio naturalista oriundo de Sonsón. Desde entonces se comenzó a trabajar con el rigor de los jardines botánicos de todo el mundo, donde se enfatiza en la investigación, la conservación y la educación.

En los años noventa, el jardín tuvo una tremenda crisis, no solo económica sino social, pues se había convertido en un lugar descuidado y peligroso. Ante su inminente cierre, en 2005 la Alcaldía de Medellín invirtió 32 mil millones de pesos para su renovación, que incluyó la demolición de los muros que no permitían ver su interior y el acceso gratuito a sus instalaciones, con el propósito de garantizar la apropiación y el disfrute ciudadanos.

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Hoy el Jardín Botánico está científicamente organizado, un museo vivo con sus colecciones localizadas. El Jardín de Palmas tiene más de 120 especies; el Jardín Vertical del Teatro Sura es un muro vegetal de ocho metros y medio sembrado con orquídeas, helechos y bromelias; en la Casa de las Mariposas se exhiben ejemplares vivos y se enseña su proceso de gestación; en el Jardín del Desierto hay una gran colección de plantas de ecosistemas áridos; la laguna Francisco José de Caldas es la misma donde iba a pescar y a remar la gente hace cien años; el huerto medicinal tiene plantas con valores curativos, y algunas que se consideran mágicas y religiosas; el Patio de las Azaleas está florecido la mayor parte del año; In Situ, uno de los restaurantes más famosos de Medellín, tiene eras cultivadas a su lado; el Orquideorama es una de las estructuras más imponentes de la ciudad, que acoge eventos como la Fiesta del Libro y la Cultura y ha ganado varios premios internacionales, en su interior está el Zamial, con una colección de plantas de gran importancia biológica consideradas “fósiles vivientes”.

Adicionalmente, y más allá de los espacios que se pueden recorrer, entre los mayores logros del Jardín están la investigación y la educación. En el edificio científico, que es la construcción más nueva, se alberga una biblioteca con la segunda colección de libros de botánica más importante del país, y un herbario donde se guardan más de sesenta mil especímenes secos con varias especies de plantas que el equipo de investigación ha descubierto en sus expediciones a las selvas colombianas.

Dormir plácidamente bajo la sombra de un árbol de mangos, hacer pícnic junto al lago o encontrarse con una iguana que camina libremente entre los arbustos; el Jardín Botánico permite una conexión con la naturaleza. Un fragmento de la ciudad que durante más de cien años ha mantenido su esencia como espacio público.

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