Símbolo y leyenda
Con la ampliación de la carrera Junín a partir de 1942, comienza el relato de un edificio que marcaría la historia de la ciudad y que más tarde quedaría tatuada de forma trágica en el imaginario citadino.
El Edificio Fabricato, construido hace setenta años en la esquina de la carrera Junín con calle Boyacá, sería el más alto en su momento. Dejaría a sus pies, como a una niña cogida de la mano, a la iglesia de La Candelaria, y se igualaría en pundonor con el Teatro Junín. Federico Blodek, el arquitecto austríaco responsable de concebir el Edificio como la caja de una gran planta eléctrica, aportó su visión de la arquitectura y sus construcciones a ese estilo ecléctico, a manera de salpicón tropical, que abunda en Medellín.
“Esto era arquitectura de calidad, tiene setenta años y se conserva original, con halls amplios en cada piso, cielorrasos con iluminación indirecta y luz natural que entra a través de los ventanales del cubo de las escaleras, carpintería metálica importada, decoración en las formas y en los materiales”, dice el arquitecto y profesor Luis Fernando González.
Fue el símbolo del esplendor textilero de la región hasta los años setenta y casi veinte años después de construido se convertiría en el escenario de un crimen horrendo con visos de thriller sentimental, que involucró a dos humildes trabajadores, atrapados en el reluciente casco de la edificación. “El crimen ocurrió en un momento en que Fabricato era la textilera más importante, patrimonio de los antioqueños. Era el rascacielos de la ciudad, el más elegante, en su vitrina se mostraba la moda del momento. Todo eso hizo que un crimen así generara mucha conmoción y curiosidad, y con el paso del tiempo se fue convirtiendo en leyenda” dice Luz Ofelia Jaramillo, periodista y autora de El caso Posadita: un crimen contado dos veces.