La tarde está oscura, un chorro de luz ilumina la puerta de una vieja casa en el barrio Bomboná y un letrero de madera advierte: “No insista, somos artistas”. Ahí funciona Taller 7, uno de los primeros colectivos de Medellín en crear un espacio
para el arte independiente a punta de autogestión.
Todo comenzó doce años atrás cuando un grupo de amigos, estudiantes y egresados de Bellas Artes se vieron de narices en una ciudad que entonces contaba con pocas opciones para los nuevos artistas. Encontraron esta guarida a un módico precio de
alquiler y se embarcaron en lo que comenzó como un taller de amigos y terminó siendo salón de exposiciones, lugar de encuentro para discutir sobre arte y residencia para intercambios artísticos, por donde han pasado artistas reconocidos y
desconocidos de diferentes lugares del mundo.
La casa conserva el trajín de los años. “Llueve más adentro que afuera”, dice Mauricio Carmona, uno de los fundadores. En la cocina algunos asistentes al taller de dibujo toman café y tras ellos, al lado de dos relojes de pared que marcan horas
distintas, está dibujada la mano de siete dedos que identifica al taller. Eran nueve amigos, pero siete pagaban el arriendo.
Durante el año se programan allí varias exposiciones y se abren convocatorias para residencias artísticas, que pueden consultarse en su página. Los viernes de 10:00 a.m. a 5:00 p.m. se realizan sesiones abiertas de dibujo. Quien quiera asistir
solo debe llevar papel y lápiz, tocar la puerta y tener paciencia, pues la casa es grande y los artistas andan sin afanes.