Surgió esta agrupación por allá en el año de 1977, producto de una fértil fusión de teatro El Grupo y títeres Renacuajo. Aquello cuajó y al principio todo era “fanfarria atroz”, a lo Rimbaud, y se abrió una de las primeras salas en el barrio Villa
Hermosa, La Mansión, pero cinco años más tarde, a su regreso de una gira por Francia que se prolongó un año, los titiriteros hicieron rancho aparte y abrieron sala en el barrio La América. Momento propicio para mudar de nombre y de aires,
fue así como a mediados de 1986, mutaron de nombre hacia el sonoro “Ex” y arriban a buen puerto: la sala que había abierto el Pequeño Teatro, cerca del Pablo Tobón Uribe (hoy El Trueque). La vocación de trashumancia y de ligereza de equipaje
les hizo ir a otro lar donde pudieren ampliar su espacio de representación.
Referente a su creación artística, la ciudad se cimbró con el asesinato, en septiembre de 1990, en plena lucidez creativa, de José Manuel Freidel, director, fundador y bastión de este grupo y quien dejó un legado de más de treinta obras, suficiente
para que su grupo le sobreviviera estos veinticinco años. Nora Quintero, el activo más preciado y afectivo del grupo, persiste en su oficio de “actriz triste” y a sus 64 años representa aún —cuarenta años después de la primera vez—, Amantina o la historia de un desamor.
“Paso hacia una nueva dramaturgia”, rezó su nuevo lema y a fe que supieron combinar repertorio y herencia con nuevas propuestas, preservando en “odre nuevo vino añejo” las obras de Freidel, al igual que piezas de su director, el actor, bailarín
y dramaturgo Fernando Zapata Abadía —quien también dirige Tacita’e plata—.
Allí ha recalado un grupo del corregimiento de San Cristóbal, Ayaneiba, regentado por Beatriz Hernández, antropóloga de profesión, actriz de teatro por vocación y directora por decisión.