Un inmenso camposanto lleno de historias, con el lujo que le queda por haber sido el cementerio de los ricos de Medellín

Por solicitud del doctor Pedro Uribe Restrepo, cincuenta de los hombres más ricos e influyentes de la villa, fueron citados para hacerles ver que el viejo cementerio de San Lorenzo, el único en la población hasta entonces, estaba feo y muy estrecho, y que Medellín necesitaba un lugar más amplio y cómodo para enterrar a sus muertos.

Y su propuesta inmediatamente caló: adquirieron un terreno ubicado en el Camellón del Llano, y construyeron, con todo el lujo de la época, un nuevo cementerio con capacidad inicial de 52 tumbas. Las bóvedas rodeadas de árboles y esculturas de mármol fueron compradas por las familias más acaudaladas de la villa, con aditamentos y adornos traídos de Europa, motivo por el cual tomó el nombre de cementerio de los ricos, limitando su servicio para muy pocos habitantes de Medellín.

Allí fueron sepultados gobernantes, comerciantes e industriales, junto a sus familiares. Pero al parecer, el propósito de los ricos de mantener la distancia con los pobres se vio diezmado años después con la construcción del vecino barrio de Lovaina, el más populoso, variado, pintoresco, ruidoso, burdelesco y peligroso de la ciudad.