El cine solo tardó tres años en llegar a Medellín luego de su invención en 1895. Para inicios del siglo XX su público estaba familiarizado con películas propias y ajenas que veía en galleras y plazas de toros. Pero ya en la década del veinte la ciudad estaba sintonizada con la dinámica mundial y tenía su propio palacio del cine, el recordado Teatro Junín, con sus cuatro mil butacas.

Desde entonces, el Centro de Medellín se pobló de salas de cine y este fue, no solo uno de los pasatiempos preferidos de la gente, sino también un rito social que se practicaba habitualmente. No obstante, ya en los años sesenta comienza el fin de esta suerte de edad dorada, por vía de los teatros de barrio y la paulatina popularización de la televisión.

Veinte años después se da un brusco decline a causa de la violencia que vivió la ciudad y la consecuente inseguridad, especialmente en el Centro; pero también por el advenimiento de tecnologías que permitían consumir el cine en casa: el video y las parabólicas. El golpe de gracia lo daría la aparición de las salas múltiplex, que se llevaron el cine a los centros comerciales y la periferia.

Hasta hace unos años todavía sobrevivía un puñado de cines porno y una importante oferta de cineclubes con una programación variada y gratuita. Actualmente el panorama es más lánguido que nunca, incluso solo quedan dos salas X, apenas media docena de cineclubes y el bastión cinéfilo del Centro Colombo Americano. Ya muchos prefieren el consumo de cine vía internet y en los baratísimos DVD piratas. Por eso, ahora la mayor oferta que el Centro ofrece de películas, está ocupando las aceras de La Playa y la avenida Oriental.