Después de muchos cuentos se convirtió en hogar de lecturas
La Casa Barrientos, ese mito de la Medellín que fue, de esa joven ciudad en la que la quebrada Santa Elena corría libre y limpia entre árboles frondosos y los ricos habitaban enormes casaquintas en sus márgenes, no era la más linda ni la más lujosa ni la más grande, porque se sabe que los Barrientos eran austeros, se dice que hasta tacaños, como se dicen tantas tantísimas cosas de ellos y de la casa.
Nunca fue tan de mostrar como el Palacio Arzobispal, que se levantaba enfrente, o la casa de los Gutiérrez, ubicada un poco más arriba, y por eso no se sabe cuándo fue construida ni por quién. Estuvo abandonada (y ocasionalmente ocupada) durante trece años, por un lío que incluyó testamentos falsos y un contador devenido en albacea del que se cuentan tantísimas cosas más. En 2005, casi derruida pero declarada patrimonio arquitectónico, la recibió el Municipio de Medellín y la restauró para convertirla en la Casa de la Lectura Infantil. Desde entonces, allí conviven niños, mitos y fantasmas.