Ubicado junto a la iglesia de Nuestra Señora del Sufragio y al pie de las mangas, se inauguró una pequeña escuela con el fin de fomentar las vocaciones religiosas del seminario salesiano de Mosquera. Pero con el tiempo y el esfuerzo de todos los vecinos, la construcción dejó de ser una casa de tapia para convertirse en una imponente edificación, con salones nuevos, largos pasillos y hasta patio de descanso.
El edificio creció, completa el ala occidental del Parque de Boston, y ahora es una estructura de tres pisos con algunos rasgos de estilo colonial, la carrera Giraldo en la fachada, la calle Caracas a un lado, y el desconocido Callejón de las Infantas en la parte de atrás; aunque ya no cuenta con las enormes mangas para jugar ni con los pececitos de la quebrada Santa Elena.
Este colegio, que renueva su energía en noviembre y en enero al despedir a los jóvenes de último grado y al recibir a los pequeños de preescolar y primero, ha albergado estudiantes a lo largo de 75 años, entre ellos el escritor Fernando Vallejo. Para sus vecinos, el colegio va a continuar por décadas y quizás siglos, aunque Boston siga cambiando y Medellín se vaya ensanchando; porque se hizo indispensable: ha visto crecer a tantos de ellos que ya dejó de ser un edificio para convertirse en un hogar.