La compra del lote la hizo Eduardo Vásquez a la familia Amador, quienes siguiendo el plan urbanístico de la Plaza de Mercado Cubierto, habían señalado las avenidas y calles y el loteo respectivo, inmediato a la plaza. Dos de ellos fueron los comprados por Vásquez para la construcción de dos edificios comerciales.
El lote tenía 1.570 varas cuadradas de 84 cm. por lado, un poco menor que el destinado para el otro edificio más al norte y calle de por medio de acuerdo con el plan urbanístico estipulado, que tenía 1.574 varas cuadradas. El lote se encontraba inmediato al zanjón de Guanteros; fue definido en la escritura de compraventa con los siguientes linderos:
Por el oriente, con la carretera de Carabobo; por el sur, con la calle que ha de poner en comunicación la avenida meridional de la Plaza de Mercado Cubierto de Guayaquil, con la expresada carretera; por el occidente, con la avenida oriental de la misma Plaza; y por el norte, con la calle o plazoleta que ha de poner en comunicación a dicha plaza con la referida carretera y que quedará precisamente frontera al pórtico de tal plaza.
Edificio Vásquez. Gonzalo Escobar, 1910.
En el mismo documento se especificó el precio del los lotes, $62.880, pagados por Vásquez a la familia Amador, parte en efectivo y parte en pagarés. En materia de saneamiento y desagüe de los lotes, la escritura estipulaba: “conceder permiso gratuitamente al comprador para desaguar los acueductos de los edificios que se construyan en los lotes que compra, en los acueductos de la Plaza de Mercado Cubierto de Guayaquil; esto con las limitaciones y cargas a que se refieren en materia de desagües los contratos sobre construcción de dicha Plaza de Mercado”. Este aspecto sería bien importante, ya que el municipio excluyó del pago de impuestos por desagües a la obra de la Plaza Amador haría de ella, lo cual quedó consignado en el contrato de construcción de la obra.
Los trabajos de construcción del edificio se iniciaron en febrero de 1893, a la par que las de su edificio mellizo, éste al norte y aquel al sur del lote comprado, pero dividido por la calle corta que daba acceso a la portada oriental de la Plaza de Mercado. Los diseños y las obras estuvieron a cargo del arquitecto francés Charles Carré, quien se encargó también de las obras de la Plaza de Mercado. La impronta del arquitecto se reflejó tanto en el diseño de los edificios comerciales que fueron similares en su concepción, como en la utilización del ladrillo como material básico tanto para éstos como para la Plaza de Mercado. De igual manera está claro, por parte del arquitecto Carré, el aprovechamiento de las calidades plásticas y estéticas del ladrillo, algo que demostró en varias de las obras construidas en la ciudad, en las que valoró y potenció la destreza de la mano de obra local en el manejo de este material.
La consecución de la casi totalidad de los materiales usados en ambas edificaciones se hizo en el medio local. El mercado en este ramo ofrecía para la época una amplia variedad de ladrillos, adobes y tejas. El suministro de ladrillo estuvo a cargo de Juan C. Franco, propietario de uno de los tejares de tercera clase existentes en la ciudad.
Los primeros años de funcionamiento del edificio comercial del sur: el primer incendio
El 23 de junio de 1894, se inauguró la Plaza de Mercado Cubierto, y con ella el más importante proyecto de expansión urbana de la ciudad para la época. Para esta fecha ya estaba concluido uno de los dos edificios proyectados por Carré para el señor Vásquez. Era el del lote norte, mientras el del lote sur se hallaba inconcluso, pero en estado avanzado.
Pocos meses después se concluiría este otro edificio, que al igual que el primero no sería bautizado sino años después. Como era el propósito, a la puesta en funcionamiento, el edificio fue destinado para locales comerciales en el primer piso, diez y seis en total, y en los pisos superiores se adecuaron dos apartamentos por piso, para tener un total de cuatro en toda la edificación.
Plaza de Cisneros. Horacio Gil, 1985.
Durante estos primeros años de funcionamiento no tuvo mayores dificultades. Claramente representaba para sus ocupantes un status, ya fuese por la amplia acogida que tuvo la ocupación de los entornos a la Plaza por personas de altos recursos económicos y por los comerciantes, o por las condiciones mismas del edificio, admiradas por su “gracia y belleza arquitectónica”, como se destacaba en un periódico local, cuando informaba sobre los magníficos locales para negocios y edificios que, a la europea, construía Eduardo Vásquez contiguos a la Plaza de Mercado. (…)
En estas circunstancias de transformación de la habitabilidad del barrio, transcurre la ocupación del edificio hasta el 3 de julio de 1901, cuando ocurre la primera conflagración que volvería ruinas gran parte de sus instalaciones. Los hechos fueron ampliamente registrados por los periódicos locales, que detallaron algunos de los sucesos. El periódico La Patria informó:
Uno de los espléndidos y modernos edificios de don Eduardo Vásquez ardía con rapidez y fuerza que parecían irresistibles [...]. No solamente el barrio Guayaquil, donde se levantaba el suntuoso edificio, estaba iluminado por los resplandores siniestros de las llamas, sino que barrios y lugares apartados del teatro de la catástrofe, aparecían bañados y aclarados por aquella hoguera.
Entre tanto el periódico El Medellín, registró la noticia así:
[...] a las 10 de la noche se declaró nuevamente el incendio con tal voracidad que a los pocos minutos se hundió el techo de todo el edificio [...]. El siniestro principió por una cocina de las habitaciones ocupadas por un señor Orta, y a su extinción contribuyó todo el cuerpo de policía [...]. Las pérdidas en el edificio se calculan en $1.000.000 papel moneda, y en más las de los intereses que no pudieron salvarse.
En adelante el edificio fue conocido popularmente en la ciudad como el edificio quemado, mientras que su edificio mellizo como el edificio de ladrillo. Se mantuvo durante varios años desocupado y el inicio de los trabajos de reconstrucción demoró varios años, mientras la ciudad y el resto del país se recuperaban de la honda crisis económica de principios de siglo. (…)
El edificio “Quemado”: proceso de reconstrucción y cambio de usuarios
Desde 1908 se comenzó a refaccionar el “edificio quemado”, tal como lo informó el administrador de los edificios, el señor Gregorio Pérez, en mayo de ese año al señor Vásquez:
Tuve que dar seguridad a los paredones que amenazaban ruina, cambiando las umbraladas quemadas muy hondo, pero dejando el edificio listo, según el maestro Salvador Ángel para techarlo cuando se quiera. Los contratistas están edificando las tiendas, y ya han venido aquí personas a que les alquile cuando esté. Están haciéndolas con despacio y economía.
La refacción definitiva del edificio se inició en 1913 y se mantuvo de forma regular hasta 1917, cuando se dio de nuevo al servicio. En 1913 los trabajos se encontraban algo avanzados, sin embargo, hubo factores que no permitieron mayor celeridad en las obras, como fueron la crisis monetaria que afectó en gran medida las finanzas de sus propietarios y la espera de la llegada del ferrocarril, para la compra de maderas.
En la correspondencia que le era enviada al señor Eduardo Vásquez, en ese momento en Bruselas, por parte del administrador de sus bienes, Teodosio Ramírez se puede inferir el estado o avance de las obras de reconstrucción. En una carta fechada el 13 de noviembre de 1913, se le informa al señor Vásquez:
En el edificio quemado no hemos hecho sino unos andamios para ir arreglando las partes dañadas sobre los muros; en esta empresa nos tendremos que ir despacio porque no tenemos muchos fondos y porque tenemos la esperanza que las maderas bajen de precio al llegar el Ferrocarril a esta, pues la demanda que hoy tenemos de polines es muy grande.
Edificios Vásquez y Carré, s.f. Archivo fotográfico de la Fundación Ferrocarril de Antioquia.
En otra carta posterior, fechada el 11 de diciembre de 1913, Teodosio Ramírez le escribía: “En el edificio quemado principiamos trabajos hace un mes. Seguiré éste con lentitud [...]. Sigue la crisis monetaria. Hay muy poco dinero en esta plaza y el Ferrocarril de Antioquia necesita mucho para acabar de llegar a esta ciudad”. En 1916, aún se desarrollaban las obras de reconstrucción del edificio, aunque se orientaban ya, fundamentalmente, a la colocación de acabados en la cubierta y muros. El edificio fue bautizado entonces como el Edificio Vásquez, nombre que fue colocado sobre el portón de acceso, para diferenciarlo de su edificio mellizo, que se denominó Carré.
En dos comunicaciones dirigidas a Eduardo Vásquez, que en ese momento se encontraba en Pau (Francia), por parte de Roberto Salazar, administrador del edificio, y fechadas respectivamente el 28 de octubre y 16 de noviembre, le describía la situación de avance de obras, a la vez que le pedía definir ciertas características para los acabados y detalles:
Está terminado el entablado de los pisos altos, próxima la terminación de las cerraduras de ellos y concluida la cementada del piso inferior [...] para las divisiones de la parte alta se espera las órdenes que usted dará. Sería muy conveniente me dijera esto a la primera oportunidad, así como lo relativo al techo, es decir, si se emboñiga o no pues entiendo que tampoco está resuelto.
Se están colocando los inodoros y haciendo los pasamanos de las escalas y algunas otras cositas para terminar lo más esencial [...] para los vidrios de las ventanas estamos esperando de acuerdo con las instrucciones que al respecto me dijo Pacho le había usted dejado a que en la vidriera anexa a la cervecería las fabriquen. Me informa don Ramón A. Restrepo que está para llegar un obrero español para dirigir ese ramo. Las cerraduras están sufriendo con el sol. Les haremos dar una primera mano de pintura ordinaria que las proteja por el momento y que luego sirva para recibir la definitiva.
En 1917, aún se trabajaba en los últimos detalles, específicamente en el emboñigado del techo y la construcción de armarios para las tiendas. Ante las dificultades que existieron para el alquiler de los apartamentos por lo costoso que se presentaron los arrendamientos, luego de la llegada del ferrocarril, se tomó la decisión de subdividirlos, quedando cuatro por piso; una reforma idéntica a la adelantada en el Edificio Carré.
Con respecto a los locales, fue necesario rebajar el valor del alquiler, ya que para la fecha sólo se encontraban arrendados 5 de los 16 locales: 3 de las esquinas, 1 frente a la plaza y 1 al lado del portón; hasta $25.000 fueron rebajados los arrendamientos de los locales situados frente a la Plaza, que eran por tradición los más costosos.
El segundo piso fue algunos años después nuevamente remodelado y ocupado hacia el mes de noviembre de 1921 con un “Club de juegos permitidos”. Este tipo de negocios se instalaron en otros lugares del barrio, incluso en el Edificio Carré.
El proceso de remodelación después del primer incendio retornó la edificación a la escena urbana, pero con una nueva imagen que determinó su individualización con respecto al Carré y el distanciamiento de su imagen primigenia. Este punto de quiebre marca una nueva formalización estética así mantenga el ladrillo como fundamento material y formal, lo mismo que la preservación de los principios estructurales y del ritmo de vanos.
La nueva fisonomía está determinada por la eliminación del alero convencional, propio de la arquitectura regional antioqueña y en boga a todo lo largo del siglo XIX. El reemplazo por el ático le da el aspecto de la arquitectura historicista que se le denominó de fachada y que comenzó a imponerse desde la última década del siglo XIX siguiendo los cánones clasicistas. Mientras el Carré mantiene el alero el Vásquez se emparenta con el fachadismo en boga en la ciudad. Adicional a lo anterior la fachada por los cuatro costados es recubierta por una capa de cemento, que con el tiempo se irá desvaneciendo. Esta fachada es la nueva identidad visible y la diferenciación con el Carré.
Pero la eliminación de los aleros induce a cambios en la estructura de cubierta. Queda una planta de cubierta a dos aguas por los cuatro costados, con sus canales, y en cada fachada un lucernario. El patio central se cubre con otra cubierta a cuatro aguas a manera de lucernario, contrario al Carré que tiene libre el patio central.
*Fragmento tomado del libro El Carré y el Vásquez: memoria urbana de Medellín en el contexto de Guayaquil, publicado por la Alcaldía de Medellín y la Secretaría de Cultura Ciudadana.
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