Un viejo salón cada vez más vivo y más joven.
Se llama Salón Málaga pero es a la vez café, tertuliadero, templo para audiciones de viejas reliquias discográficas a 78 revoluciones por minuto, bar, tablado para orquestas y cantantes en vivo, pista de baile y teatro donde se escenifica todos los días desde las ocho de la mañana hasta tarde en la noche, la vida de los más célebres cafés del Medellín de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, como el Pilsen, La Bastilla o el Madrid, y otros no tan famosos pero igualmente importantes como el Majestic y el Chanteclaire, el Cisneros o El Dorado. Entonces el Málaga era uno más. Hoy es único.
César Arteaga, gerente y administrador, quien recibió la responsabilidad de su padre, don Gustavo, gestor, propietario y disc jockey del lugar, sabe que el Málaga es sobre todo una empresa cultural, lo cual no aporta tantos dividendos como sí lo harían sus dos niveles convertidos en pequeños almacenes de comercio. Si así lo hicieran, él y su familia se podrían sentar en la puerta a recibir mucha más plata y sin tener que trabajar tanto, pero eso no está entre sus planes.
Él, como don Gustavo y los trabajadores y los amigos, son plenamente conscientes de que el Málaga es además todo un símbolo. Símbolo y patrimonio histórico y cultural de una época, con su música y sus bailes, con fotografías y recuerdos de la Medellín provinciana y tranquila de esos años, pero también una especie de club social donde todavía se moja la palabra.
Ese sea quizá su más grande legado: mantener viva la tradición de conversar alrededor de un café o una cerveza con los amigos, a cualquier hora del día o de la noche.
Ahora, si viene solo, no se preocupe. Amén de la célebre buena atención de sus meseras, siempre encontrará programación.
En las mañanas es obviamente un café más tranquilo. Pero si viene un lunes entre las dos de la tarde y las ocho de la noche, podrá disfrutar del programa Discoteca Abierta; don Gustavo abre los ocho gabinetes donde reposa su colección de más de siete mil acetatos de 78 y se dedica a poner tangos. Los jueves, en el mismo horario, tarde de boleros; viernes, variaciones de pasillos, contradanzas, tangos, bambucos y foxtrot. Pero aún en esos días que no hay algo especial, siempre se sorprenderá de volver a escuchar esos temas que ya eran viejos cuando se los oíamos a los abuelos y que hoy, como el Salón Málaga, siguen vivos y más jóvenes que nunca. Los sábados, show de tango con orquesta y bailarines en vivo; los domingos en la mañana, clases de tango y en la tarde, Viejoteca, con los porros y las cumbias y los ritmos parranderos de antaño.
Visite el Salón Málaga aquí