Junin con al Playa

Debajo de este cruce, sepultado por una gruesa placa de concreto, hay un puente muy antiguo, con estructura de arco de medio punto y ladrillos macizos con argamasa de arena y cal. Diseñado por el maestro artesano Bernabé Ortiz y construido en cuatro años (1866-1870), fue el último de los muchos puentes que hubo en esta intersección. Los anteriores, hechos de madera, no resistieron las crecidas de la torrencial quebrada, a la que los indios, nativos del valle, llamaron la quebrada de Aná.

A principios del siglo XIX, Nuestra Señora de la Villa de la Candelaria de Medellín era una pequeña provincia; pocas calles, abundantes árboles frutales, pájaros y extensos cañaverales donde reinaba, libre, la fauna. Y esta carrera no se llamaba Junín. El Resbalón, como data en viejos mapas, era un camino destapado de tierra colorada.

Y por la avenida discurría cristalina la quebrada, en sus piedras las lavanderas estregaban los trapos de sus amos, barequeros revolvían las aguas buscando granitos de oro y los bañistas, en días soleados, se extendían a broncearse sobre la arena menuda, esa por la que la gente empezó a decirle La Playa.

 

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