Calle Girardot

Puente de la carrera Girardot. Paulo Emilio Restrepo, 1890.


La configuración de la carrera Girardot para el periodo 1880-1910 representó las dos caras de lo que era el ordenamiento territorial de la ciudad: por un lado, el orden, la higiene, lo espacioso; y, por otro, el desorden, la suciedad, lo intrincado. De la quebrada Santa Elena hasta las cercanías del cementerio San Lorenzo los espacios eran amplios y rectos, mientras que el tramo que partía de la quebrada hacia el norte era un tortuoso camino marcado por desniveles, callejones, curvas y obstáculos, como el callejón del Niguateral, donde actualmente está el Parque del Periodista, o el paso sobre la quebrada La Loca.

Sin importar estos obstáculos, el tramo desde la quebrada hacia el norte se fue poblando poco a poco entre finales del siglo XIX y principios del XX, generando necesidades urbanísticas como la construcción, en 1887, de un puente colgante sobre la quebrada Santa Elena y la progresiva apertura de vías de oriente a occidente, como Caracas, Perú y Bolivia, y que integraron el sector con lugares emergentes como Villanueva y con otros de larga tradición como las cercanías de la actual Plazuela de San Ignacio.

Con los años, y tras las constantes obras en la vía, la remodelación del puente sobre la Santa Elena y las obras en el trayecto de la quebrada La Loca, más unas cuantas cuadras aledañas a la carrera Girardot, en su tramo norte, se convirtieron en un exclusivo barrio, conocido como el Barrio del Circo, que para 1916 se preciaba de reunir las mejores condiciones estéticas e higiénicas de la ciudad. El nombre del barrio se debió a la existencia del Circo Teatro España, ubicado en la manzana comprendida entre las carreras Girardot y Córdoba y las calles Caracas y Perú, y que en las primeras décadas del siglo XX sirvió como escenario para corridas de toros, presentaciones cinematográficas, óperas, zarzuelas, además de los malabares y las acrobacias comunes en este tipo de lugares.

Carrera Girardot

Circo Teatro España en el cruce Girardot con Caracas. Manuel A. Lalinde, 1922.


El inicio de este circo se remonta a la primera década del siglo XX. Para 1906 ya existían los planos realizados por el arquitecto Horacio Rodríguez. Luego, en junio de 1909, el Concejo de Medellín aprobó un contrato para construir un circo destinado a corridas de toros y otros espectáculos públicos que reuniera las condiciones de higiene, solidez, belleza y comodidad para el público, y, finalmente, en 1910 se inauguró el local con la presentación del Circo Acrobático Palacio Real, dirigido por Honorio Palacio. En julio del mismo año, se empezó a usar como plaza de toros, con los toreros Serranito, el Americano y Leoncito.

En adelante, y hasta finales de la década de 1930, los espectadores, unos a la sombra y otros al sol, o a la luz de la luna, asistieron a diferentes espectáculos de diversión, sana e instructiva, como lo dictaban las buenas costumbres. El escenario fue visitado por estrellas como las bailarinas Virginia Fábregas o Angelita Iris, una aristocrática y joven bailarina, quien, además de tener sus pies asegurados por 30.000 dólares, había cosechado éxitos en México, La Habana y América Central, con piezas de baile como Niña mimada, Aires sevillanos, Bacanal de flores, Baile salvaje y una pieza de baile ejecutada magistralmente sobre una mesa. Producciones cinematográficas como El rey de los gitanos o La cruz y la espada, protagonizadas por José Mojica, o Los conquistadores del norte, o El Signo de la cruz, engalanaron la pantalla gigante, que ya fuera en colores o en blanco y negro, muda o hablada, hizo volar la imaginación de los espectadores locales.

Pero el espectáculo trascendió el escenario. La publicidad de los actos del circo contó con carrozas, autos y personajes que, adecuados según las producciones, recorrían, partiendo algunas veces de Girardot, las calles cercanas, invitando al posible auditorio a ocupar uno de los asientos (3.000 para toros o 6.000 para otros actos) de uno de los orgullos de la ciudad: el Circo Teatro España.

El circo permaneció en el sector hasta finales de la década de 1930, cuando, debido al surgimiento de otros lugares de diversión, como el Teatro Junín, y debido asimismo al crecimiento de la ciudad, se decidió trasladarlo a un terreno cerca de la calle de San Juan, al otro lado del río. Con las estrellas del cine, los acróbatas, los malabaristas, las bailarinas exóticas, los pequeños personajes y los toreros, también se marcharon de la vecindad de Girardot las risas, los aplausos, la sorpresa, el miedo, cediéndoles el espacio a los nuevos habitantes del barrio, pero dejando un imborrable pasado de fiesta en pleno Centro de la ciudad.

*Fragmento extraído de la cartilla Historias Callejeras, publicada por el Archivo Histórico de Medellín y la Alcaldía de Medellín.
Ver cartilla en Patrimonio de Medellin


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