Avenida La Playa

Quinta en la Quebrada Arriba. Fotografía Rodríguez, 1925.


La avenida La Playa es el resultado de sucesivas intervenciones sobre la quebrada Santa Elena, desde el inicio de la villa de Medellín en 1675 hasta las primeras décadas del siglo XX. Su nomenclatura oficial indica hoy que es la calle 52. La quebrada Santa Elena –aparte de servir para la subsistencia– se convirtió en un gran dilema para los habitantes y los administradores por las molestas crecientes y los desbordamientos que afectaron terrenos aledaños, playas, sembrados, construcciones e, incluso, a la Iglesia de La Candelaria. Porque transitar por la villa a pie en los siglos pasados significó estar siempre cerca de una fuente de agua (quebradas La Palencia, Los Ejidos, La Ladera, o el río Aburrá).

La barrera natural que significaba la quebrada se menguó con los pasos o puentes, uno de ellos de alta vitalidad en el siglo XVIII, a la altura de la hoy carrera Palacé con la denominada avenida Primero de Mayo. Lugar de aglomeración de personas en tránsito hacia la plaza y la iglesia en tiempo de mercado, fiestas religiosas o reales, además de vivienda e intercambio comercial. Mediando el siglo XIX, se intensificó la construcción de puentes, hasta el siglo XX, necesarios para comunicar espacios construidos de lado y lado de la quebrada.

Actividades esenciales para la alimentación de los vecinos y para las rentas en tiempos de la villa se relacionaron con la carne. Alrededor de este alimento el Cabildo realizó, de forma sistemática, el remate de carnicería con particulares, quienes aportaban todo lo que tenía que ver con el cuidado de animales y con su producido. La continuidad de esta actividad dio por resultado la formación del barrio de carnicería en espacios ocupados hoy por las calles de Junín y Sucre, cerca de la quebrada. En este lugar, se tenía casa para el sacrificio de los animales y se salaba la carne antes de disponerla a los compradores.

Avenida La Playa

La Playa. Daniel A. Mesa, ca. 1920.


El negocio español de la carne fue liquidado después de 1821 para ser activado al servicio de las rentas republicanas, y la quebrada siempre estuvo como depósito de desechos y aguas servidas, a través de ductos denominados albañales. Después de 1824, se prohibió la matanza de ganado dentro del marco de la villa y de manera paulatina los antiguos espacios dedicados a tal menester pasaron a ser de vivienda, y el puente de Junín necesitó ingentes cantidades de dinero y trabajo para su construcción y mantenimiento.

No dejó la quebrada de mostrar la contundencia de su naturaleza durante 285 años. Las sucesivas inundaciones llevaron a que fuese cortada o enderezado su cauce, sobre todo entre la actual carrera Palacé y el Teatro Pablo Tobón Uribe. Hubo procesos de cesión o expropiación de tierras, aplicación de la técnica constructiva de entonces, trinchos y pretiles, malecones y estacadas. Desapareció el lecho antiguo o madre vieja, que en diferentes casos pasó a los propietarios que cedían las franjas para la rectificación.

Antes de asomarse el siglo XX, la quebrada ya estaba encausada, sus orillas mantenidas de manera periódica por trabajadores municipales o por los presos. Ellos pagaban la condena laborando en obras públicas (trabajo personal subsidiado), entre ellos Pedro María Álvarez, “Marrullas”, como de 40 años, soltero y albañil. Álvarez, en un descuido de los comisarios vigilantes, optó por huir de los trabajos que le tenían asignados, incitando la pericia policial para su recaptura.

Las obras realizadas, la apertura a finales del siglo XIX de las hoy carreras Córdoba, Girardot, El Palo, Sucre y Junín hacia el norte cambió de manera drástica el entorno natural, creando las condiciones para el surgimiento del paseo de La Playa, con la quebrada como centro, sus orillas convertidas en avenidas derecha e izquierda y la construcción de viviendas de lado y lado.

La Sociedad de Mejoras Públicas, establecida en 1899 y que tuvo una estrecha relación con la municipalidad, fijó su interés en las obras más relevantes realizadas en los siguientes sesenta años: arborización, jardines, construcción de nuevos puentes, circulación del tranvía, empedrados, pavimentación, iluminación navideña y, finalmente, la cobertura de la Santa Elena.

Desde la avenida Oriental actual hasta el Teatro Pablo Tobón Uribe, el sector fue lugar de privilegio para la aparición de una floreciente arquitectura que cobijó las intimidades de la clase alta medellinense, que habitó allí entre 1880 y 1960. Sector que despertó orgullo y fue plasmado en postales para llevar a otros lugares del mundo. Sitio que se volvió objetivo de los fotógrafos, quienes dejaron un fuerte testimonio visual para la memoria.

Después de 1940, el acelerado proceso de intervención urbana se llevó sin mayores objeciones el paseo de La Playa, sus casas magníficas y sus floridos antejardines, rectificando y cubriendo definitivamente el lecho de la quebrada. Se construyó un canal o bóveda artificial que definió el perfil actual de la calle, generando otro paisaje urbano, otro transitar. Con el avance de la industria de la construcción, los edificios altos aparecieron dominando este paisaje, que ya no era el de las aguas que antes imponían su sello, simplemente, surgió la avenida La Playa. Avenida que ha servido de escenario a diferentes manifestaciones públicas, desde desfiles deportivos hasta protestas. Pero, sobre todo, espacio marcado por la marcha pausada de los silleteros en agostos ya idos, o por el febril repiquetear de los tambores cada 7 de diciembre cuando se encienden las luces navideñas, dando paso a los artistas del Desfile de Danzas, Mitos y Leyendas.

Avenida La Playa

La Playa. Gabriel Carvajal, 1967.


*Fragmento extraído de la cartilla Historias Callejeras, publicada por el Archivo Histórico de Medellín y la Alcaldía de Medellín.
Ver cartilla en Memoria(s) y Patrimonio de Medellín


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