Iglesia de San Antonio de Padua

Necesito tu ofrenda para mis pobres.
Letrero en cofre

Construida entre 1874 y 1902. Inaugurada en 1904. Proclamada parroquia en 1961. Su cúpula, una de las más grandes de Suramérica, fue intervenida en 2005.

Solitarios

Ha pasado que el padre Luis Alberto Toro y su sacristán, ataviados como corresponde, estén listos para oficiar misa en la iglesia con la cúpula más grande de Medellín, y se encuentren con que el templo goza de un silencio sepulcral y la asistencia de tres personas. Resignación. La eucaristía no se cancela; por más que retumbe su voz amplificada en los cuatro cantos del templo, el sacerdote da la misa casi personalizada, conversada. Eso sí, con un sermón breve.

Milagro sería que la iglesia de San Antonio estuviera llena. Los domingos, que es el día de mayor afluencia, apenas si alcanza los cuarenta feligreses en cada una de las seis misas que se celebran. Es la soledad de una parroquia que se quedó sin gentes. No es como antes, a principios del siglo XX, cuando en la carrera Palacé entre Maturín y San Juan había grandes mansiones en las que vivían familias prestantes, más casas que bodegas, locales comerciales y, lo que abunda hoy, parqueaderos.

Eran otros tiempos. Han pasado setenta años desde las palabras de Lisandro Ochoa en sus Cosas viejas de La Villa de la Candelaria: “Todavía se respira aire de paz y sencillez. Encontramos la misma callecita estrecha, las vetustas casas donde los buenos vecinos practican las cristianas y patriarcales costumbres de los abuelos”.

Patrono de la iglesia

Hambrientos

Los feligreses de la parroquia de San Antonio de Padua habitan en Niquitao, y son ciudadanos con necesidades materiales más urgentes que las espirituales. Otros que visitan el templo son los escasos paisanos que cruzan el puente peatonal de San Juan y no se dan la bendición desde afuera sino que se atreven a subir sus escalinatas para encomendarse al santo de su devoción. A San Antonio, santo de los milagros, santo de los pobres y de las cosas perdidas, santo de todo el mundo, el doctor evangélico. Santo que les hace el milagro a 150 madres cabeza de familia a las que cada quince días, en grupos de treinta o cuarenta, la parroquia les entrega un mercado. Un aliciente que sin embargo no parece servir para que ellas y sus vástagos frecuenten más la iglesia.

Trabajadores

En San Antonio de Padua ofician seis sacerdotes, y ocho catequistas realizan una de las labores más importantes para esta parroquia: la de preparar a los niños que van a recibir el sacramento de la Primera Comunión en diciembre. Ese mes la iglesia se abarrota, pues los iniciados en este rito llegan al centenar cada año.

Pero trabajar, lo que se dice trabajar, lo hicieron los primeros franciscanos que llegaron a Medellín en 1874 y se dedicaron al pastoreo en las iglesias de San Antonio y San Benito. Entre ellos, el padre Benjamín Masciantonio, quien llegó para ayudar en la construcción de la Catedral de Villanueva pero acabó construyendo la iglesia de San Antonio.

El templo aún tiene como vecino el edificio en tapia que en la época de su construcción fuera un convento de religiosos franciscanos. Allí, cumpliéndose el dicho de que nadie sabe para quién trabaja, funcionó el noviciado y la casa de estudios abiertos por los franciscanos colombianos en 1899, pero en poco tiempo fueron sacados por los frailes españoles que mantuvieron el convento hasta 1956.

Hoy la iglesia de San Antonio tiene altares en madera, tres naves amplias y un órgano español. De las múltiples transformaciones que ha tenido, las más radicales en 1929 y 1945, sobresalen el desplazamiento del altar mayor hacia el fondo y la destrucción del púlpito en 1969.

Iglesia de San Antonio de Padua
 

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