El barrio Guayaquil, el nuevo centro de la ciudad

Plaza de Mercado. Paulo Emilio Restrepo, 1894.


Ya para finales del año de 1893, apenas avanzadas las obras de la Plaza de Mercado de Guayaquil, se veía ya como el centro de un gran barrio que empezaba a surgir en su entorno, que necesariamente crecería con suma rapidez, en una demostración palpable de progreso, uno de “los mejores de América española; un adelanto enorme e indispensable para esta ciudad, y constituye ahora su más notable adorno”. A pesar de lo hiperbólico, con cierto sabor a una temprana exageración paisa, lo cierto era que se daba en el momento una movilización social y económica de sectores de la burguesía hacia esta parte de la ciudad, que le permitían su consolidación. Si antes del inicio de las obras, en los límites de los pantanos se ubicaban unas pocas de las oficinas de la ciudad (Tribunal Superior, Oficina de Telégrafos y Ramo de Correos, etcétera), y una que otra vivienda de los propietarios de los predios, después de estas hubo un desplazamiento hacia las nuevas calles, entre el centro y la plaza, donde en una especie de complementariedad se le dio el carácter de residencial a algunas calles, combinado en unos casos con oficinas, para desembocar a la parte comercial propiamente dicha de la plaza y su entorno inmediato. Ingenieros como Alonso Robledo Villa, médicos como Teodoro Castrillón, el fotógrafo Benjamín de la Calle, entre otros, ubicaron sus viviendas y sus oficinas allí, antes de finalizar el siglo, dándole renombre en su carácter residencial, especialmente a la calle de La Alhambra.

Pero su condición natural, para lo que fue creado el sector era el comercio, y de éste ser el epicentro en la ciudad. A punto de culminarse las obras de la Plaza de Mercado, en junio de 1894, el administrador de la plaza en un artículo en la prensa local describía la importancia de la misma, pero a la vez promocionaba las bondades comerciales de los locales de los aliados: “quien necesite, por la naturaleza de su comercio, sitio donde establecerse más firme y seguramente que dentro del cuadrilátero, hallará a pocos metros de éste, magníficos locales para toda clase de negocios, en los grandes edificios a la europea que al frente y al costado septentrional de la plaza están construyendo los señores Eduardo Vásquez y Fernando Restrepo e Hijos, algunos de los cuales podrán probablemente empezar a servir al mismo tiempo que el mercado”. Tal publicidad gratuita no era nada raro puesto que, como se ha señalado ya varias veces, la mancomunidad de ideas y propósitos de los inversionistas desde antes de la licitación de adjudicación era potenciar este sector, convertirlo en el centro comercial por excelencia, el punto de mayor actividad. Así Coroliano Amador tenía un acuerdo con los Restrepo, los Vásquez y otras personas, en el sentido de que “daría a los compradores de terrenos la ventaja de que en su recinto [de la plaza] no se pondrían ni tiendas ni depósitos, quedando todo esto en beneficio de los terrenos adyacentes”; tal favorabilidad les permitía a los compradores desarrollar sus proyectos, tener una potencial clientela asegurada y por ende garantía de ventas, y de paso complementando a la Plaza, de ahí el impulso que le daba el administrador Henao a los aliados comerciales.

El barrio Guayaquil, el nuevo centro de la ciudad

Mercado de escobas en la Plaza de Mercado de Guayaquil. Manuel A. Lalinde, 1900.


La construcción de los edificios comerciales de Eduardo Vásquez, son claramente parte y complemento de ese propósito general del desarrollo de la parte suroeste de la ciudad, que implicaba el mejoramiento de las condiciones sanitarias y ambientales, al igual que el trazado urbanístico y la propuesta arquitectónica. Razón por la cual se construyeron los edificios casi paralelamente a la plaza y su culminación casi simultánea a mediados de 1894, fortalecieron la importancia urbana y económica del sector. Aunque las relaciones entre los adjudicatarios de la plaza y los comerciantes compradores de los terrenos adyacentes se agriaron para finales del año 1895, cuando los primeros decidieron construir cómodas, tiendas o cuartos al interior de la plaza, con el ánimo de aumentar los ingresos; a esto respondieron los comerciantes con una carta al Concejo en donde pedían darle cumplimiento a los términos contractuales, pues según ellos, los concesionarios debían mantenerla “exactamente” como la habían entregado el día de la inauguración y a explotarla de acuerdo con lo estipulado en el privilegio. Aparte de argumentar efectos perjudiciales al público en términos de salubridad, comodidad, circulación, visibilidad, anotaban la razón fundamental de su queja: “se nos perjudica a nosotros, compradores de terrenos adyacentes, que pagamos dos veces más su valor confiados en que tendríamos la vecindad del mercado para nuestras tiendas y depósitos”. Las discrepancias por la construcción de las cómodas o tiendas, terminó con la orden de su destrucción en septiembre de 1895, pero sólo al exterior, afectando a los vivanderos, por eso un periodista se preguntaba: ¿Qué objeto tiene la medida? ¿Será acaso la de facilitar que casas comerciales de potencia máxima alquilen locales que han construido en puntos adyacentes a la plaza? No lo creemos”, concluye el mismo cronista pero deja sembrada la duda.

No obstante el sector de Guayaquil paulatinamente se va consolidando e integrando a la ciudad; algo que se demostró cuando en una de las cláusulas para el contrato del tranvía en 1899, se pedía que debería procurarse “poner en comunicación los parques de Berrío, Bolívar y San Francisco y la Plaza o feria de Mercado de Guayaquil”; significativamente muestra esa integración, tejida a los más importantes hitos urbanos de la ciudad de fin de siglo.

La crisis de fin de siglo con la Guerra de los Mil Días, y posteriormente la bancarrota y crisis económica general de 1904, frenaron el desarrollo del sector por un tiempo; algo que se demuestra con el proceso de liquidación de la casa comercial de Hijos de Fernando Restrepo & Ca., una de las más ligadas al desarrollo del sector, que en 1903 remató sus propiedades en Guayaquil entre las que estaban casas grandes, medianas, pequeñas, altas o bajas, dos tiendas, etcétera. A lo anterior habría que sumarle el incendio el 3 de julio de 1901 de “uno de los espléndidos y modernos edificios”, que había construido Eduardo Vásquez.

Sin embargo, la supervivencia y el desarrollo de Guayaquil estaba atado a proyectos de mayor envergadura, de más profundo calado y con mayores efectos, que superaban estas coyunturas. En la mayoría de ellos jugaba y jugaría un papel destacado Eduardo Vásquez, que explican su permanencia en el sitio con uno de los edificios comerciales en funcionamiento, pero con dificultades, y el otro abandonado por algún tiempo a causa del incendio, en espera de mejores momentos para su readecuación, que deberían llegar cuando se desarrollaron los proyectos pensados.

El barrio Guayaquil, el nuevo centro de la ciudad

Interior de la Plaza de Mercado de Guayaquil. Fotografía Rodríguez, 1910.


A partir de 1905 se ejecutaron varios de esos proyectos. El primero fue el llamado Frontón Jai Lai, que fue inaugurado el 12 de octubre de 1905, en un sitio al sur de San Juan y próximo al río, donde se ubicaron el hipódromo y un velódromo. Otro fue la construcción de la Feria de Animales entre Pichincha, Cúcuta, San Juan y Cundinamarca, es decir, en los terrenos que habían cuidado y mejorado con la cuelga del río; la solicitud de construcción de ésta la hizo Manuel J. Álvarez, con el apoyo de los comerciantes el 21 de abril de 1905; el 30 de mayo ya se tenía firmado el acuerdo y el 11 de octubre del mismo año se inauguró. Eduardo Vásquez era uno de los seis accionistas de la sociedad que tenía este privilegio, junto con el del matadero desde 1888.

Pero sin lugar a dudas los más importantes proyectos para el sector y para Eduardo Vásquez, fueron las estaciones de los ferrocarriles de Amagá y de Antioquia. La localización de las estaciones centrales fue algo vislumbrado desde temprano, muy probablemente uno de los factores que impulsó el proyecto definitivo de Guayaquil, tal como lo pone en evidencia Marco Palacios, a raíz de una carta de Ospina Hermanos a José María Amador, fechada el 12 de agosto de 1891. Eduardo Vásquez, fue accionista del Ferrocarril de Amagá que se comenzó a construir el 2 de julio de 1909 y logró comunicar mediante este proyecto sus haciendas cafeteras y ganaderas en el suroeste de Antioquia con Medellín, con los consecuentes beneficios para el mercadeo local y las exportaciones; además la estación central en Medellín, en la proximidad de sus edificios comerciales, fue construida en terrenos que eran propiedad de su esposa. Otro tanto ocurrió con la estación del Ferrocarril de Antioquia, cuyo lote se negoció con Elena Uribe de Vásquez en octubre de 1909 (su esposo, Eduardo Vásquez era desde julio el gobernador de Antioquia), pero sólo se otorgó escritura en Nueva York el 12 de julio de 1912, porque se había estipulado que hasta tanto el Ferrocarril no escogiera el sitio no se haría escritura adicional demarcando el lote con sus linderos precisos. Al parecer lo importante era amarrar la negociación, que la estación quedara dentro del lote de los Vásquez Uribe y por ende en terrenos del barrio Guayaquil.

El final de los propósitos se había cumplido, ya definido el sitio de llegada del Ferrocarril comenzó lo que tanto se esperaba, la venta de numerosos lotes y el aumento de los precios de los mismos: “hay animación en la venta de solares, porque todos ven que dentro de poco tiempo el Ferrocarril de Antioquia soltará allí multitud de gentes anónimas que necesitan alojamiento y alimentación barata y cerca a las ferias y a los mercados”. Después de la llegada del primer tren a Medellín el 3 de marzo de 1914, sin haber terminado aún la estación, pero puesto en servicio el primer tren de carga desde el 10 de marzo, que recogía víveres y provisiones para el mercado los martes y los viernes, en Guayaquil paulatinamente las actividades se aceleraron y multiplicaron; igual que se multiplicaron el número de fábricas, bodegas, almacenes, tiendas, cantinas, hoteles, etcétera, convirtiéndose en un verdadero puerto seco, el centro del centro, el sitio de mayor tráfico e importancia de Antioquia.

Fue la culminación del sueño de la burguesía. La intensa actividad económica la llenó de optimismo en el futuro. Mientras se terminaba de construir lo más urgente gracias a nuevos y exclusivos empréstitos, y se empezaba a ornamentar la primera parte de la Estación Medellín del Ferrocarril de Antioquia diseñada por Enrique Olarte, Eduardo Vásquez refaccionó desde finales de 1916 el edificio comercial en funcionamiento y lo bautizó Edificio Carré, y el viejo edificio “quemado” lo empezó a reconstruir lentamente desde 1913, para ponerlo en servicio completo desde 1916, con el nombre de Edificio Vásquez. Y las ideas de ornato que se impulsaban desde la Sociedad de Mejoras Públicas le remozaron la cara a Guayaquil con la construcción del monumento a Cisneros del escultor Marco Tobón Mejía, impulsado desde 1917, dentro de la plaza del mismo nombre, en el eje de la calle La Alhambra, sobre la avenida sur, entre la Plaza de Mercado, los burgueses edificios Vásquez y Carré y la elegante estación central del Ferrocarril de Antioquia.

El barrio Guayaquil, el nuevo centro de la ciudad

Plaza de Mercado de Guayaquil. Gonzalo Escovar, c. 1920.


*Fragmento tomado del libro El Carré y el Vásquez: memoria urbana de Medellín en el contexto de Guayaquil, publicado por la Alcaldía de Medellín y la Secretaría de Cultura Ciudadana.
Ver libro en Novedades de la Escuela del Hábitat


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